Los días de frio,
como hoy, son encantadores. Debajo de la
puerta y por entre las ventanas el aire se cuela, apurado, dentro de las casas
y bajos sus pies, sobre la piel, se asienta ese aire helado, el que tanto
odian. Muy temprano en la mañana, todos duermen acurrucados y no quieren salir
de sus camas, porque aman el calor que conserva. Algo así también es en el
amor. Nadie quiere estar sin él, y menos durante el invierno. Solo algunas
personas abren las ventanas, salen a la calle, contemplan el frio y se dejan
tocar por la brisa. Ellos en cambio aman las soledades. Y no sé tampoco si hay
un plural para ese tipo de personas, yo creo que de que las hay las hay, pero
no sé si se encuentran fácilmente. Los encuentros son tan difíciles como el
amor de los libros en este caso. Pienso que de esos amores, las personas
solitarias y amantes del frio, creen y esperan. No todas claro, porque nunca
hay un todos para nada.
No sé bien si ellos
en realidad aparentan querer no querer. No sé tampoco si son felices pero sé
que las hay, que existen y que un día como hoy, helado, estarán sentados con
una chocolatada caliente mirando el techo, que es más que un techo, porque en
la soledades hay más de lo que se ve y muchísimo más de lo que parecen sentir.
Y el viento
sopla a través de los espacios cerrados, se cuela igual. El amor es así, en
algún momento intenta pasar por donde sea, que esté cerrado y es culpable, lo
juro, quién no lo deja pasar de cualquier ‘el amor es una mierda’. Yo lo sé y es algo que asusta, por ejemplo, en
la tortura de una noche que no se apaga porque simplemente, el que debería cerrar
los ojos está mirando el techo y hay mucho más en su mente de lo que cabe y lo
más irónico es que el silencio se apodera del lugar, de la noche y del frio.
Los días de frio
como hoy, mucha gente se guarda en sus casas, en sus camas acaloradas, en sus
abrigos gordos con caras grises e irritadas. Y mucha gente, fantasma, a
escondidas salen a mirar los parpados ajenos, las caras cansadas y demás, como
nunca ve. Y ve mucho más en el frio y en las caras, y en todo lo demás.
Y ocurren
encuentros y desencuentros de personas, que tan pocas hay en las calles y
tantas en sus casas. El hombre solitario cierra su abrigo y ve con distancia
quien camina como él, supongo. Yo creo que el mismo teme encontrar a alguien
que lo acompañe para tomar un té caliente y mirar el cielo, que después de todo
es tan bonito pero nadie lo ve, cuando hace frio, o mejor dicho, no sé cuantos
lo ven pero creo que son pocos los que les gusta un cielo tan blanco y un frio
tan puro y aunque lo intente, no sé porqué creo que las personas solitarias son
como el frío que hace y a veces ni ellos mismos se quieren ver, ni tampoco
encontrarse.
A mí en cambio esas personas me encantan y como no se dejan
encontrar, no sé tampoco (hay tantas cosas que no sé) si algún día en el frio,
alguien se deje mirar los ojos y se atreva a amarme así, tan tímidamente como
solo las personas frías y solitarias, saben hacer.
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